Crónica de un confort mal usado

 Pasé casi toda mi vida encerrado esperando a ser liberado, junto a mis hermanos durmiendo apretados sin espacio para poder moverse, aguardaba con ansias cumplir mi misión; limpiar la mierda del mundo. Pero cuando por fin llegó mi turno de salir de ese lugar tan estrecho, grande fue mi sorpresa saber que mi destino era otro.  

Fui elegido por una mujer, sus manos delicadas me tomaron entre tantos iguales a mí. Me llevó a un escritorio, al parecer estaba comiendo y junto a ella y su computador había un paquete de pañuelitos en el que solo quedaba uno en agonía. Intentando suprimir sus estertores me dijo...

Sal de aquí, antes de que sea tarde.

Pero antes de que pudiera responderle, la mujer estornudó, se limpió la nariz y los pañuelitos dejaron de existir. 

Mi vida fue más larga de lo que esperaba, y pasó mucho tiempo al darme cuenta de todo el mundo que hay más allá del baño. Junto a mi nueva dueña alérgica recorrí todos los rincones de su casa, a donde iba ella me llevaba. 

Conocí la cocina con esos extraños pero fascinantes olores, descubrí el color de las verduras y el vapor del hervidor. La vi llorar por la cebolla, quejarse del limón y robarse los postres del refrigerador.

De pronto el baño, tan blanco y llano, dejó de parecerme agradable. El mundo era tan complejo, tan variado y colorido. Disfrutaba estar en casa; aunque con cada estornudo sacaran un pedazo de mi ser, lo aceptaba con honor para poder seguir en el lugar en que estaba. Pero hubo un momento en que quise más.

Si antes no sabía que vivía en un mundo tan pequeño, ¿Por qué esto sería diferente? ¿Qué hay más allá de casa? 

Y en ese momento comencé a ver por la ventana, anhelaba más de lo que tenía y podían darme. Ya era viejo cuando pude darme cuenta de que estar dentro de cuatro paredes no era lo mío, me gustaba ver el cielo y saber qué pasa con este en la noche. Cierran las cortinas cuando el cielo comienza a ponerse anaranjado y deseo saber con todo el cartón que tengo en mi interior de qué color se tornará cuando todo comienza a estar en silencio.

Sin embargo, ya fue muy tarde cuando por fin quise conocer el mundo. Ya me estaba acabando, sería desechado y arrogado a la basura en cuestión de tiempo. Jamás podría cumplir mi sueño de ver el color que torna el cielo en la noche.

Ya había llegado el día, solo quedaba mi cartón. Esa chica me había desnudado de tantas formas, hizo que pudiera cambiar mi mentalidad, cambió mi mundo y ahora me tiene aquí, en la forma en que vine al mundo, en cartón y nada más. 

Ya había aceptado mi destino, esperaba rendido ante él, pero grande fue mi sorpresa cuando en vez de terminar en un basurero me llevó al patio de su casa. Cientos de olores nuevos me inundaron, los colores, el pasto verde era mucho más verde de cerca, la humedad era completamente diferente a la de la cocina; y yo al fin, al fin me sentía feliz. 

Pasamos bastante tiempo en el patio, estaba haciendo algo extraño con la tierra mientras yo la observaba. No podía dejar de estar fascinado por todo lo que estaba ocurriendo a mi alrededor, deseaba que este día nunca acabara. Pero como todo en esta vida tuvo que terminar; me dobló, me llenó con la tierra y con una piedra pequeña y me mojó. Yo no entendía que pasaba, pero me dejó ahí en la intemperie, dentro de un cajón sobre un mueble para que el viento no me botara. 

Estaba desconcertado, pero esto debía ser mejor que estar en un basurero apretado en el viejo mundo que hace un tiempo mi dueña me había sacado. Sentía una verdadera nostalgia hasta que miré hacia arriba. El cielo ya no era azul, se había tornado negro. Negro, el peor color que existe. No me gusta, no lo quiero y me niego a aceptar que mi destino sea estar en la ahora oscura noche. 

Pero de repente una pequeña luz de esperanza, en el cielo oscuro se había aparecido un pequeño punto que emitía una lejana, pero reconfortante luz. No pasó mucho tiempo hasta que aparecieran más y por fin descubrir un mundo nuevo.

Después de unas noches viviendo en esas condiciones descubrí que había tenido la suerte de ser trasladado a mi nuevo hogar un día sin luna, pero los días en que esta aparecía la noche cobraba vida. Era capaz de ver todos los insectos y animales que comenzaban a entrar al patio y como ladrones huían sigilosos en cuanto el sol dejaba escapar uno de sus rayos.

Con el paso del tiempo, al igual que había pasado en mis antiguos hogares, comenzó a nacer algo dentro de mí. No me refiero al pequeño tallo verde que ahora se asoma glamuroso sobre mi superficie, sino que a las ganas de ir más allá, necesito saber de dónde salen esas luces tan reconfortantes en el cielo nocturno y al parecer el pequeño ser que llevo en mi interior también lo desea. Cada noche se esfuerza por crecer más y alcanzar el cielo y yo creo que algún día lo lograremos.

Después de todo, no puedes escribir reconfortante sin confort.

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1 Comentarios

  1. Hola, que bonita historia, triste y emotiva a la vez. A veces es mejor luchar para ver esa luz que se nos niega, y brotar para renacer de nuevo y sentir el viento y el sol acariciando ese nuevo brote. Me gustó mucho. Besos.

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